jueves, mayo 20, 2010

Todo sobre mi madre
.


Una campaña publicitaria con mucha presencia en la Ciudad de México, anuncia la puesta en escena Todo sobre mi madre que se presenta en el Teatro Insurgentes, y claro, sí se trata del trabajo que dio vida a la película del mismo nombre, pero por ahora, dejemos en su sitio a la cinta y distingamos lo que la puesta teatral tiene por ofrecer.

Excepcionalmente, Samuel Adamson adapta el trabajo fílmico del también excepcional Pedro Almodóvar y lo lleva a los códigos de la representación, y es Francisco Franco el responsable del trabajo de dirección de la versión presentada en nuestro país. Franco, quien ya denota mucho oficio en su trayectoria como director escénico e incluso afina un estilo que poco le falta para su consolidación, guía a un elenco que bien nos entrega a un tornado emocional que asota de la risa a la fatalidad, revelando una lucha de interpretaciones entre sus protagonista que resulta en una devastación de ánimos, lo mínimo que exige este drama.

Las complicaciones de la historia se establecen cuando un adolescente muere atropellado al ir en búsqueda del autógrafo de su actriz favorita, Manuela, la madre del chico, tras el terrible acontecimiento se enfila hacia un reencuentro físico con su pasado intentando encontrar al padre se su hijo en un camino que regala una trama basta, intensa, tan ácida como la vida, porque ahí, en el teatro y en esta puesta, nos encontramos con el recurso del espejo, un hábil pretexto que incluye al teatro dentro del teatro como un sutil juego que confunde al espectador y lo cambia de realidad, a una realidad penetrante, densa y provocativa.

Por supuesto, el impacto de esta puesta mucho debe su reconocimiento al trabajo de producción, particularmente a lo que realiza en ella Jorge Ballina y su destacable labor como escenográfo, construyendo los ambientes adecuados, dinámicos y de gran estética que erigen el marco perfecto para vestir los diálogos y acciones que ahí se muestran.

No lo sé de cierto, pero algo se habla de que serán pocas las funciones que albergue el recinto de insurgentes esta obra, sin embargo, lo que sí sé con seguridad es todo lo que esta historia tiene por provocar en cualquier asistente que cuente con el mínimo de sensibilidad, ya con esto, al menos por curiosidad vale buscarla.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen por Toni Francois


www.todosobremimadremexico.com

miércoles, marzo 03, 2010

Todos eran mis hijos


Dentro de una cartelera que pareciera de a poco ir despertando del letargo, aparece por estos días dentro de la propuesta teatral de la ciudad de México, Todos eran mis hijos (All my sons), de la autoria del extraordinario dramaturgo norteamericano Arthur Miller, misma pluma que se encuentra detrás de otros éxitos del teatro mundial como El arzobispo y Después de la caída, y que esta ocasión construye una tragedia capaz de cortar la moral, a través de una fina incisión con la cual logra destazarla por completo.

Lo que ofrece este drama, bajo la dirección de Francisco Franco, es una historia donde el amor abre caminos al tiempo que los destruye a gran velocidad en un paso que rescata heridas del pasado que sangrarán de nuevo para lograr su cicatriz. Todo parece encajar en una trama inteligente y elaborada como resuelta ésta: en el marco de la segunda guerra mundial, un hombre intenta rescatar su respetabilidad tras haber sido acusado de vender un cargamento de piezas imperfectas que provocó la caída de veintiún aviones de guerra; paralelamente, al interior de su familia, su hijo menor, pretende contraer nupcias con la que fuera novia de su hermano , todo conjugando en un fárrago que provocará la felicidad e ira de cada uno de los personajes en escena, todo esto, cubierto por un pesado velo donde las dobles intenciones se tornarán más peligrosas que los campos minados.

Todos eran mis hijos, así se convierte en una obra que vale por sus interpretaciones penetrantes, logradas con base a su buen reparto, a la par que integra un espectáculo profundo, de propiedades sobresalientes, que sin mayores pretensiones alcanza una producción de calidad, logrando una adecuada iluminación, ambientación e incluso el juego de algunos efectos especiales que favorecen mucho la puesta, engrandeciendo la experiencia del asistente.

Bien parece que la compañía productora que tiene en sus manos este proyecto se apuntala como una referencia del teatro de calidad mexicano, y por lo que se puede suponer, de acuerdo al programa de mano, más espectáculos esperan en puerta, pero por el momento, que valga la paciencia y se aligere con toda la charla y reflexión que ofrece esta gran obra.


Por Carlos Alberto Ruiz

martes, febrero 02, 2010

Fiesta de luz
.


Durante el último invierno, el Gobierno de San Luís Potosí a través de su Secretaría de Turismo, entabló un proyecto de atractiva y novedosa belleza, que indiscutiblemente engrandeció las seductoras cualidades de este magnifico estado. La muestra, distinguida bajo el título de Fiesta de luz, se nutría principalmente de una banda sonora y un juego de imágenes proyectadas sobre tres edificios monumentales ubicados en el Centro histórico de San Luís, acto que diversificaba la presentación de la propuesta en tres distintas instalaciones.

La primera de ellas tenía lugar en el conjunto urbano Plaza Fundadores, en cuyos edificios se llevaba a cabo durante las noches la proyección de Fundatores, un juego visual con imágenes alusivas a la fundación de la ciudad, la revolución mexicana y la independencia de México, transformando así los muros de los edificios en pantallas de relieve que otorgaban texturas asombrosas a las luces y figuras que de forma precisa se adecuaban la las dimensiones de cada recinto, destacando aún más la asombrosa arquitectura de cada uno de ellos.

Más al norte, dentro de este perímetro, tenía lugar Golden Vegetal Cathedral, muestra ubicada en la catedral potosina, dividida temáticamente en dos partes, una conformada por paisajes naturales extraídos del jardín surrealista de Edward James, en una recreación de fauna y colores que bien parecían retar a la noche y su frío, para implantar por momentos una primavera calida y exuberante que de a poco recogía el ánimo de los espectadores; la segunda proyección de esta secuencia en la catedral, se conformaba de un ensamble de corte religioso, dotado de piezas de arte sacro insertadas en fondos de destacada textura, capacees de recrear tejidos de perspectivas infinitas.

El tercer sitio que formó parte de esta Fiesta de luz, fue el Templo del Carmen, que sirvió como fondo para dar vida a Carmen Light, una expansión icnográfica basada en retablos del templo y reminiscencias de la cultura Huichol, que en su proyección daba vida a una recreación por demás viva capaz de llenar de brillo cada uno de los detalles que nutren la fachada del templo, en un juego en el que se hacia imposible identificar que lo ahí plasmado eran tan sólo imágenes de efecto pasajero.

No recuerdo haber visto algún espectáculo de esta naturaleza, en el que la arquitectura fungiera como un gran lienzo a la espera de la luz que se conjugaba con sus colores e imágenes magnificas para dar vida a un arte de gran formato. Difícil concebir esta experiencia a través de fotografías, y más complicado aún tratar de compartirla a través de las palabras, cualquier imagen,, cualquier relato resulta pequeño para resaltar la apropiada dimensión de tal muestra, que más que un proyecto merece el nombre de acontecimiento.


Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, enero 27, 2010

Museo Federico Silva
.


Las calles del centro histórico de San Luis Potosí, enmarcan el Museo Federico Silva, recinto que además de reconocer la obra y trayectoria del escultor mexicano se ostenta desde su apertura, en el 2003, como el primer museo de escultura contemporánea en México.

Como en principio resulta natural, el inmueble nutre su espacio con 39 piezas de pequeño, mediano y gran formato del artista que de manera permanente acogen a sus visitantes. Este antiguo recinto, que data del año 1907, concede una visión casi absoluta de la historia artística del maestro Silva, quien sin duda se reconoce como uno de los escultores más sobresalientes de nuestro país tras una trayectoria que se subraya por su franqueza y talento.

Formado de manera autodidacta, Federico Silva incursionó en el mundo del arte con tal competencia y aptitud que le permitió asistir incluso al muralista David Alfaro Siqueiros, a la par que estructura sus primeros proyectos individuales en la pistura y escultura a principios de la década de los cincuentas.

De esta manera, la historia creativa de más de medio siglo de producción del artista, compila de manera tajante una premisa del autor: “El entorno geográfico e histórico es parte del espacio al que pertenece la escultura”. Así se presenta Silva, congruente con su reflexión, nutriendo su obra de rasgos estéticos que importa del México prehispánico, integrando a sus piezas carácter, y porqué no, inclinaciones de las culturas azteca, maya y olmeca, que no a modo de imitación o paráfrasis porque se trata de algo auténtico. Silva encamina su estilo muy particular bajo el arropo de un legado y pasado innegables, en el que el artista y su obra proliferan en una amalgama de impacto y emociones que cobran cuerpo en materias como el concreto, piedra policromada o el fierro cromado.

Así, en el recorrido, obras como Puerta del paraíso o Mariposa del lago, aparecen y revelan miradas rígidas y movimientos lánguidos, y por ahí más adelante, de otras salas surgen otras piezas de pequeño formato que se ofrecen dinámicas y coloridas, distinguiendo de esta forma la dispersión de un artista, de un estilo tan diverso y único, tan irrepetible como constante, lo cual no resulta poco ambicioso, al contrario, atiende la expectativa y promete la posibilidad de saciarla en su sitio, el Museo Federico Silva, que comparte no únicamente la obra del maestro, sino también integra diversas muestras temporales relacionadas con la escultura contemporánea del mundo.


Texto e imagen* por Carlos Alberto Ruiz
*Mariposa del lago, 1986, piedra Xaltocan. Federico Silva.

miércoles, enero 20, 2010

Pompeya y una Villa Romana
.


El Museo Nacional de Antropología e Historia, destacando su cualidad privilegiada de espacio para la historia del hombre y su aparato social, actualmente arropa una esplendida muestra conformada por 101 piezas que narran y comparten la opulenta cotidianidad de la aristocracia romana. Pompeya y una Villa Romana. Arte y cultura alrededor de la bahía de Nápoles, es el título que recibe esta exhibición que regala a sus asistentes la presencia de piezas y objetos que datan de los siglos 1 a.C. al 1 d.C, ofreciendo un deleite estupendo capaz de trastocar la memoria.

La colección, principalmente compuesta por ornamentos, esculturas, joyas y mobiliarios es el relato material de la opulencia y estilo de vida que se desplegaba a lo largo de la zona del Mediterráneo, sitio que ocupaban las villas de descanso de los emperadores romanos y que vería su fatídico declive tras la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.C.

Así, con su presencia, Pompeya y una Villa Romana, estructura una imagen muy total de las villas que acogió la bahía de Nápoles, espacios llenos de sofisticación y gran vanguardia dentro de su periodo, evolución que encuentra lógica en el juego de la abundancia de la nobleza romana que hacia traer artistas del mundo para saciar de ornamentos sus sitios de descanso, y de este modo apuntalarlos como centros de su ostentación. Y el resultado de esta práctica decorativa: piezas de una calidad eminente, sin exagerar, sublimes, llenas de precisión técnica; de las que destaco de manera muy personal, y repito de manera muy personal porque en este caso no valen evaluaciones, lo pictórico y escultórico, y lo destaco por el hecho de que aún en este momento, tan sólo de recordar las piezas no encuentro todavía espacio para el asombro del desarrollo y sensibilidad de los artistas que produjeron tan faustosas piezas.

Vale destacar que esta exposición forma parte del intercambio cultural entre Italia y México, y llegó a nuestro país en reciprocidad a la exposición Teotihuacan, ciudad de los dioses, que será presentada el próximo año en el Palacio de Exposiciones, en Roma; también es importante distinguir que Pompeya y una Villa Romana se integra dentro del ciclo Grandes Civilizaciones, mismo que también ha contemplado muestras como Zares, Maravillas de la Rusia Imperial y Persia: Fragmentos del Paraíso.

Finalmente, tras la presentación queda la invitación, en este caso hacia un territorio que ofrece asombro y capacidad de reto, y que aguardará el desafío hasta el 14 de febrero.


Por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, noviembre 11, 2009

Antonio Ruiz, El Corcito.
. .
En el marco de su décimo quinto aniversario, el Museo Dolores Olmedo regala una encantadora muestra que reconoce al arquitecto, escenográfo y pintor mexicano, Antonio Ruiz, El Corcito. Bajo el nombre de ¿Por qué tan chiquito pintaba el corcito?, el museo de la noria exhibe más de doscientas piezas integradas por fotografías, misivas y las más representativas obras particularmente resueltas en pequeño formato, que destacan el natural sentido crítico que el artista mantuvo ante el muralismo.

Como subrayan las cédulas introductorias de cada una de las salas que conforman esta presentación, la propuesta temática de El corcito se nutre de una percepción nacionalista singular, consecuencia de la integración del artista en distintos ámbitos como el cinematográfico, teatral y académico, del cual se desprende su vínculo con escuelas de educación básica, y en cuyas imágenes puede apreciarse los distinto proyectos que dirigió el pintor involucrando a sus estudiantes en actividades multidisciplinarias, experiencias que sin duda marcaron la visión y percepción del artista, que en su obra no duda en reconocer la identidad nacional y sumar a sus lienzos vivos colores y escenarios contradictorios en donde cabe el reconocimiento de lo bello de su nación y la crítica acida hacia la desigualdad social.

En un contexto pictóricamente encabezado por el trabajo y discurso de Los Tres Grandes (Orozco, Rivera y Siqueiros), Antonio Ruiz fue capaz de hacer lo propio contribuyendo con una obra sólida y honesta de fondo que encontró prosperidad en el caballete y el pequeño formato, y que ahora, a cuarenta y cinco años de su fallecimiento topa con reconocimiento y una historia apropia dentro del marco de la pintura mexicana, resolviendo con delicadeza que la expresión se encuentra más allá de las dimensiones.

¿Por qué tan chiquito pintaba el corcito?, además de su atractivo contenido invita también al deleite que siempre ofrece el visitar la que fuera casa de de Doña Dolores Olmedo, un espacio privilegiado por su condición y naturaleza que celebra a México, su arte y cultura.

Lamentablemente, quedan pocos días para disfrutar de esta colección que abandonará este recinto el próximo 15 de noviembre, sin embargo, la invitación esta hecha y lo que brinda merece no ser ignorado.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Desfile cívico escolar, 1936. Óleo y temple sobre tela. Antonio Ruiz

martes, septiembre 22, 2009

Palabras de tercer aniversario


Siempre me representa una gran emoción aparecerme por aquí y distinguir todo lo que se puede compartir a través de la palabra. A la par, la vida de este espacio que hoy celebra su tercer aniversario, me regala motivos y recuerdos que se revelan como espejos de un pasado muy inmediato que de vez en vez refresca con sus recuerdos. Así, en un laberinto de memorias se aparece el presente, en el que encuentro nuevas razones para compartir y regalar en cada entrada.

Debo confesar que últimamente lo que aquí se comenta forma parte de una serie de experiencias y vivencias compartidas, que en el diálogo y la discusión han encontrado sus distintos caminos formando un juego que nutre la percepción individual. En este sentido, la posibilidad de la compañía representa una oportunidad para la amplificación de la apreciación y la oportunidad de robar al otro emociones generadas a partir de su propia visión.

Supongo que esto ha hecho del compartir, la intención y sentimiento más trascendente del todo, no únicamente de este sitio que hoy llega a su tercer aniversario, sino del camino del todo lo que veo, todo lo que digo, todo lo que siento.

De tal modo, que sea un pretexto esta fecha para invitar a salir las emociones y compartir, compartir, compartir.

¡Salud! Y gracias por visitar este espacio.


Por Carlos Alberto Ruiz

martes, septiembre 15, 2009

Te pareces tanto a mí

“Una imagen congelada en el tiempo. El retratado permanecerá siempre de la misma edad, con la misma apariencia, reflejando hábitos, costumbres y modas.” Así abre el texto introductorio de Te pareces tanto a mí, muestra temporal presentada por el Museo del Estanquillo integrada por una serie de retratos que entregan cuenta de un registro icónico de la historia de la sociedad mexicana. Piezas, que más allá de su condición de retratos revelan secretos de un pasado y su contexto.

En su desarrollo, la exhibición reconoce también a la litografía, invitándola a dar detalle de aquellos que bajo las condiciones temporales jamás pudieron ser retratados, más pudieron integrar su imagen al acervo icnográfico de la memoria nacional. De este modo, la exhibición va cumpliendo su instrucción regalando los referentes gráficos de caudillos y demás personajes de la historia política de México, recordándolos bien en la fotografía, la caricatura e incluso en técnicas mixtas, como es el caso de Benito Juárez, que aparece en unas serie de piezas de la autoria del artista oaxaqueño Francisco Toledo, en las que la plástica ofrece su posibilidad de herramienta de registro histórico e interpretación social.

Y así como aparecen los de poderosos y los de los hombres de nuestra historia, también aparecen los retratos más reveladores, aquellos de los ciudadanos comunes del viejo México, que en una extensa serie abren la máquina del tiempo y saltando al pasado nos permiten distinguir expresiones y reconocer una serie de prácticas sociales en cada una de las imágenes, donde el retrato a los difuntos resulta la más reveladora.
.
El juego de los fotobotones y las fotoesculturas anota una lista de habitaciones y prendas que sin duda los arroparon, integrando al valor emocional por el retratado, la posibilidad decorativa y práctica de su época; analogía valiosa y de un referente incluso conmovedor que buscando su homónimo en nuestro tiempo jamás lo hallaría en sitios electrónicos o redes sociales.

Te pareces tanto a mí, se busca en la memoria a la vez que se permite provocar al futuro retándolo con una eterna permanencia y una emotividad colectiva, y a paso que no es breve transforma la cotidianidad en asombrosa maestría de vida, de recuerdo, de arte.

Por Carlos Alberto Ruiz

jueves, septiembre 03, 2009

Fabrica la Aurora


Una esencia ambiental resuelta a base de apaciguados paisajes, además de un aire multicultural que se hace evidente al transitar sus calles, pueden ser las razones por las que a lo largo de su historia más contemporánea, San Miguel de Allende, se ha convertido en refugio creativo de buen número de artistas plásticos, ubicándolo como uno de los espacios privilegiados para la proliferación de galerías.

De este modo, el paso por las pequeñas calles de San Miguel puede convertirse en un camino de paradas continuas, cuyas pausas van definiéndose por vitrinas atrayentes que invitan al reconocimiento de la obras que son exhibidas. Sin embargo, dentro de esta extensión de propuestas destaca la Fabrica la Aurora Centro de Arte y Diseño, un espacio industrial que data del año 1902 y que hasta 1991 albergó a una de las fabricas textiles más importantes de México, encontrando su nuevo destino en el 2001 al trasformarse en un sitio que alberga galerías, tiendas de mobiliario y objetos decorativos, además de estudios y restaurantes.

De esta manera, la Aurora ofrece un área mágica y cautivadora, que conserva la esencia de su arquitectura original de nave industrial, con decorados en cantera y puertas de hierro forjado que poco han cedido a la instalación de espacios más funcionales para su nueva aplicación de centro de relación y producción artística, tanto de creadores de gran reconocimiento y trayectoria como de noveles.

Así, en ciertos rincones que aún conservan la maquinaria y turbinas, conviven ahora talleres artísticos y sitios perfectos para recibir a un visitante que bien puede encontrar en la Fabrica la Aurora, un paseo de deleite y apreciación, y por qué no, de ambición por hacer propias las obras que se van revelando unas tras otras; y por supuesto en sus cafés tropezará con el lugar oportuno para aterrizar la conversación y debate mientras se disfruta la compañía.

El término de feria de arte permanente es la definición más cercana, aunque no más certera para la Aurora, que sin duda es más allá de eso. Sin embargo, el lanzar la invitación hasta este extraordinario lugar orilla a intentar definir algo que solo en esta fabrica puede ser interpretado y vivido.




Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz